Es posible que mi alejamiento del núcleo duro del PSOE me haya hecho perder capacidad de comprensión. Lo cierto es que a cuanta mayor información sobre la decisión del Presidente de la Junta de Andalucía, menos entendible resulta para mí la decisión tomada por este último.
No entiendo las razones que llevan a alguien, que no hace mucho tiempo declaró estar disponible para presentarse como candidato a las elecciones andaluzas de dentro de tres años, a dimitir de ese deseo para anunciar, sin solución de continuidad, que no sólo no repetirá candidatura, sino que organiza unas elecciones primarias internas, deprisa y corriendo, para elegir a la persona que, supuestamente, durante tres años va a estar chupando banquillo a la vera del titular. Y no lo entiendo, salvo que Griñán tenga la seguridad absoluta de que la persona que ocupará el banquillo será alguien de su absoluta confianza que no trastoque el orden que él ha impuesto. Porque seguramente el presidente no ha barajado la posibilidad de que el elegido por las bases del partido fuera alguien que no comulgara con su carácter, su personalidad y su forma de dirigir los destinos de Andalucía. Y si así ocurriera, ¿cómo pensaría Griñán conducir esa situación donde el presidente de la Junta fuera por un lado y el encargado de sustituirle, por otro? Si esa coyuntura no estuviera en el escenario de posibilidades es que Griñán ha convocado unas primarias en la seguridad de que lo que salga es su deseo y no el voto de los afiliados socialistas. ¿Es por eso por lo que se ha dado tan poco tiempo para la elección del candidato? Quienes defienden con tanto ardor ese proceso de elección, deberían ser los primeros interesados en demostrar que el sistema no es sólo bueno, sino que también ofrece todas las garantías para que cualquier militante, con el apoyo o no de la estructura partidaria, pudiera competir en condiciones de igualdad. Ya se sabe que yo no comparto tal forma de elección, y lo compartiré menos aún si la forma de llevarlo adelante es como se va a hacer en Andalucía.
Un programa político de transformación real de la sociedad no acaba nunca porque cada transformación que se realice abre nuevas posibilidades, nuevas oportunidades y acarrea nuevos problemas.
El presidente Griñán, para adobar mejor su insólita decisión, ha argumentado que ocho años son suficientes para llevar adelante un proyecto político. Como el que escribe estuvo 24 años al frente del proyecto político de los socialistas extremeños, no tiene más remedio que sentirse aludido por esa afirmación. Si dos legislaturas se bastan y se sobran para hacer lo que hay que hacer al frente de un gobierno, los que hemos estado seis legislaturas es porque somos torpes, lentos e inútiles. Lo que Griñán es capaz de hacer en ocho años, yo he necesitado 24. Saquen la conclusión. Yo saco la mía. Cuando los defensores de la caducidad temporal hablan de proyecto político, ¿de qué proyecto hablan, del suyo personal o del proyecto, en este caso, del partido socialista? Si el programa que se defiende es personal, entiendo que cada cual ponga la fecha de caducidad que quiera; pero si el proyecto es el del socialismo, me cuesta mucho aceptar que con ocho años, la cosa está hecha. Un proyecto socialista tienen como objetivo terminar con las desigualdades que rompen la espina dorsal de una sociedad justa. Quien diga que en ocho años acabó con las desigualdades, es porque no sabe lo que está diciendo. Un programa político de transformación real de la sociedad no acaba nunca porque cada transformación que se realice abre nuevas posibilidades, nuevas oportunidades y acarrea nuevos problemas. Una sociedad como la andaluza de hoy no se compadece en nada con la sociedad que encaró Rafael Escuredo en su mandato de presidente.
Nada tienen que ver una región sin autovías, sin trenes de alta velocidad, sin formación cualificada, sin nuevas tecnologías, sin pertenencia a la UE, sin apenas universidades, con la Andalucía de hoy. Todos los alumnos escolarizados hasta los 16 años y un porcentaje elevado de los mismos accediendo a las universidades andaluzas abre unas expectativas que no existían cuando esos alumnos dejaban su escolarización a los 11 años para trabajar en el campo o emigrar con sus padres. Por eso, cuando escucho a alguien decir que con unos años el proyecto político está concluido, no sé muy bien de qué están hablando. Si volvemos a las primarias y se elige por sufragio universal a alguien sin programa ni propuestas avaladas por su partido y compartido por el cuerpo electoral, entonces si me salen las cuentas. Estamos hablando de un proyecto personal, y ese sí, en poco tiempo está concluido.
Terminé mi artículo y la jueza Alaya volvió a la arena política. Ahora puede ser que entienda que tal vez Griñán pretenda rendir un último servicio al PSOE llevándose del ronzal a la jueza de la pasarela Cibeles.
NB: Angela Merkel tampoco debe ser muy lista porque dentro de tres meses vuelve a presentarse a las elecciones generales alemanas porque quiere volver a ser canciller para seguir desarrollando el proyecto político de los demócratas cristianos. ¡Y ya lleva 8 años!