Éramos pocos y paró la abuela. El PSOE anda elaborando su estrategia política para hacerla pública en la conferencia a celebrar en el mes de octubre próximo; pero parece que para evitar que se hable de proyectos que traten de dar respuesta a la desgraciada situación por la que atraviesa nuestro país, idea el debate sobre nombres y sobre procedimientos para elegir entre esos nombres. Ya nos hemos enterado a través del Presidente del partido que el partido socialista tiene un banquillo que para sí quisieran el Real Madrid o el FC Barcelona, de lo que se deduce que el problema de ese partido no es buscar nombres, sino saber cómo se es capaz de seleccionarlos para que salga el mejor y para que los que no les votan decidan hacerlo después de un proceso lo más democrático posible.
Nadie sabe cómo se eligió a Ada Colau, líder indiscutible del movimiento anti desahucio, a la que siguen y atienden muchos ciudadanos identificados con su discurso y con sus propuestas. Nadie sabe cómo se eligió al líder del movimiento 25S ni al líder del movimiento 11M, entre otras cosas porque cuando ese grupo de manifestantes decidieron aparcarse en la Puerta del Sol en marzo de 2011, lo primero que proclamaron era que no querían líderes, sino discutir sobre propuestas. No sé, por tanto, de donde se saca la dirección del PSOE la idea de que cuanto más democrática sea la elección de sus líderes, más posibilidades existen de que el PSOE entronque con quienes le dieron la espalda en las últimas elecciones generales, autonómicas y municipales. Algunos parecen haber olvidado la máxima del difunto presidente del PSOE, Ramón Rubial, que prohibía que se diera algo en el seno del PSOE a quien lo pidiera para él. “Trabaja y ya ye fijará el partido en ti; y si no, te aguantas”, decía el fallecido Ramón Rubial.
Otros parecen haber olvidado que España se rige políticamente por un sistema parlamentario, donde el Presidente del Gobierno no es elegido por votación directa de los ciudadanos, sino por el voto de los representantes-delegados de los electores, que se llaman diputados, lo que garantiza la certeza de que el Congreso es el que controla al Presidente elegido y la posibilidad de que incluso destituya a ese Presidente a través de la moción de censura o la pérdida de la moción de confianza si llegara a plantearla. Si como parece ahora (pero no lo pareció en el Congreso del PSOE de Sevilla) el partido socialista ya no sólo se conforma con elegir por primarias al candidato a la Presidencia del Gobierno, sino que avanza un paso más y propone que también lo sea el Secretario General de ese partido, se dejará de hacer caso al consejo de Rubial y se hará difícil explicar que la elección del Presidente del Gobierno por el voto delegado de los ciudadanos es un método democrático.
En el supuesto de que esos procedimientos se abrieran paso, el PSOE pasará los dos últimos años de esta legislatura votando ya sea para elegir al candidato a Presidente o al candidato a Secretario General. Y por el camino, se dejará el control democrático de esos cargos por los órganos del partido. ¿Quién será el guapo que se atreverá a cuestionar en un Congreso o en un Comité Federal los designios, decisiones o resoluciones del Secretario General elegido por todos los militantes del partido? ¿Quién se atreverá a votar en contra de resoluciones congresuales o federales que no cuenten con el aval y el visto bueno del elegido por las bases? ¿Quién le toserá al Secretario General cuando haga la propuesta de la Comisión Ejecutiva con la que piense dirigir el partido en los años siguientes a la celebración de un Congreso?
¿Y qué pasará cuando el Secretario General, elegido por los afiliados, y el candidato a Presidente del Gobierno, elegido por militantes y simpatizantes, no coincidan en la misma persona? Cuando uno y otro no compartan criterios sobre asuntos transcendentales, ¿qué opinión prevalecerá, la del Secretario General o la del candidato? ¿Qué órganos estatutarios serán los encargados de dirimir el conflicto? Ya se plantearon esos conflictos en la época de Borrell, candidato, y Almunia, Secretario General, y ya sabemos cómo se resolvió el conflicto.
Algunos parecen haber olvidado la máxima de Rubial, que prohibía que se diera algo en el seno del PSOE a quien lo pidiera para él
En una entrevista que tuve con Fidel Castro en la Habana, en un momento pude ver como Castro escribía y corregía la maqueta del periódico Granma. Le pregunté que si era él el que hacía el periódico. Su respuesta fue que el Granma era el periódico del pueblo, para el pueblo y hecho por el mismo pueblo. Pensé que como el pueblo cubano tenía cosas más importantes que hacer que reunirse todas las noches para redactar un periódico, que era el Comandante Castro el que lo hacía en su nombre. Sin duda algo parecido pasará con los procedimientos que el PSOE está acariciando, torpemente en mi opinión; como los militantes y simpatizantes no podrán reunirse cada semana para controlar, supervisar o corregir lo que haga el Secretario General o el candidato, serán ellos los que decidan en nombre de quienes los eligieron.
¿Y el partido?