¿Y qué hacer?

Los mapas que nos trajeron hasta aquí ya no sirven. Las coordenadas por las que se regía el mundo de la economía, de la política, de la cultura no contemplaban realidades que hoy existen y que ayer no estaban. Algunas cifras nos sitúan en una realidad inimaginable hace sólo 15 años: en los próximos diez años, una persona desempeñará hasta catorce trabajos diferentes antes de cumplir los 40. Más de la mitad de los trabajadores no llegan a alcanzar la cifra de cinco años de antigüedad en su trabajo. Hay algo más de mil seiscientos millones de personas registradas en Facebook. La compañía Google registra tres billones de búsquedas diarias. El número de whatsapps que se mandan cada día asciende a treinta mil millones. Las ocho carreras universitarias que se demandarán en 2020 aún no han sido creadas. El 92% de los datos de los que tiene constancia la humanidad desde que existen los registros físicos se han generado en los dos últimos años. Cada segundo el mundo oye sonar doscientos millones de teléfonos móviles. La tecnología digital está permitiendo que cada vez más cosas se puedan conectar a internet (internet de las cosas), de tal forma que los propios bienes producidos incorporan dispositivos que les proveen de capacidad de transmisión e información en tiempo real. Nunca antes de ahora, los consumidores, fabricantes, comercializadores y proveedores podían estar conectados gracias al desarrollo de la tecnología asociada a Internet, que permite la transferencia de información en tiempo real y a coste reducido.

El capital sustituyó a la tierra cuando a finales del siglo XVIII y principios del XIX la revolución industrial hizo acto de presencia cambiando la manera y la forma de producir. A partir de la aparición de internet y su puesta a disposición del gran público, el talento está sustituyendo al capital, alterando las verdades que antes nos parecían inmutables pero que ahora ya no lo son tanto. Recordemos que, por ejemplo, Facebook es la mayor compañía de contenidos del mundo, pero no es ella la que los genera. Alibaba es la mayor empresa de logística mundial, pero ni siquiera tiene un inventario de productos. Airbnb no tiene habitaciones propias para alquilar pero es una compañía que tiene más valor en bolsa que cualquier cadena hotelera del mundo.

Estamos ante un impresionante cambio de modelo que exige un cambio de mentalidad de todos y para todo. Dentro de veinte o veinticinco años serán profesionales los nacidos en este año de 2015 que ahora termina. Viendo lo que ha ocurrido en estos últimos veinte años, ¿creemos que estamos verdaderamente preparados para la sociedad que se está formando sin que apenas nos percatemos de la trascendencia de esos cambios? Quien sea capaz de percibir las oportunidades que ofrece la nueva sociedad, estará en condiciones de ganar el futuro. Quien no quiera verlo, perecerá. Vean si no lo que le ha ocurrido a quien hace muy pocos años, no más de veinte, era un grupo de empresas de tales dimensiones, que más que un Grupo era un verdadero emporio. Su producción era tan exclusiva y su demanda tan pujante que tenía, de hecho, el monopolio de toda la producción mundial. Imponía su ley a nivel global. Era tal su presencia y su grado de dominio del mercado que sus productos se distribuían desde la Patagonia Argentina hasta Noruega y desde el Caribe hasta el Mediterráneo. Pero, de la noche a la mañana, la situación cambió de modo radical. El mercado de sus productos se hundió totalmente y, a día de hoy, el emporio ha sido barrido de la faz de la tierra, eliminado del mercado por la gran presión ejercida por las nuevas tecnologías emergentes. El negocio en cuestión era el de la fotografía clásica y el emporio, el Grupo Kodak. El mundo de la fotografía digital ha eliminado de un plumazo y en un plazo récord el negocio de la fotografía de generación química en soporte de acetato.

Este y otros muchos ejemplos indican claramente que las certezas que nos habían permitido llegar hasta aquí se han desmoronado. Navegamos en un mundo relativamente desconocido, sin brújula y sin carta de navegación. Lo que antes era verdadero, hoy se demuestra falso. La escasez era la que generaba valor en la economía del capital. En la economía digital el valor viene dado por la abundancia. El teléfono móvil que cada uno de nosotros tenemos en el bolsillo aumenta su valor cuando aumenta el número de usuarios. Es la abundancia la que le da valor a las cosas. Y mientras todo ese cambio se produce, en todos los sectores de la sociedad hay gente que sigue tocando la misma melodía que aprendieron de sus padres y maestros. Saben que el barco se hunde, pero ellos, como los de la orquesta del Titanic, siguen tocando hasta que desaparezcan debajo del agua, ahogados por una vía de agua con la que no se contaba pero que inundó el barco que antes ofrecía seguridad.

¿Y qué hacer? Lo mismo que se hace en un laboratorio: apoyar las ideas y proyectos que tratan de encontrar soluciones a problemas nuevos. Apoyar el ensayo y la experimentación, sabiendo que no siempre se dará con la tecla. El siglo XXI no es el XX. Por muchas autovías, trenes de alta velocidad o aeropuertos que existan, nadie podrá poner un periódico impreso a la puerta de tu casa antes de que lo haga internet, que circula por una autopista más inmediata que cualquier otra forma de comunicación. ¿Por qué no intentar circular por ahí?

Leer «¿Y qué hacer?» en El Diario de Sevilla

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