Pasaron los carnavales. Cada región, cada ciudad o cada pueblo los celebra como les marca la tradición o como se inventaron cuando se puso fin a la dictadura de Franco. Los de Rio de Janeiro, los de Tenerife y los de Badajoz siguen siendo los más espectaculares. Los de Venecia, los más elegantes. Los de Cádiz los más divertidos.

Me gusta el carnaval aunque nunca pasé a formar parte de ninguna murga, comparsa o agrupación. En este último carnaval sí me hubiera gustado haber sido parte activa de la fiesta. Me hubiera evitado la angustia de ver a todas hora y en todo momento en hundimiento de lo que fue durante ochenta años la Europa a la que queríamos y pudimos unirnos y asimilarnos.
El despacho oval de la Casa Blanca nunca estuvo tan envilecido como en los días de carnaval. Los seguidores de Trump ya trataron de mancillar el Capitolio cuando Trump tuvo que hacer las maletas y salir por peteneras de la presidencia de EEUU. Y ahora ese Trump, que volvió cuando nadie lo esperaba, está tratando de denigrar el poder ejecutivo de EEUU. La entrevista con Zelenski fue un monumento a la indignidad. Me hubiera gustado estar de carnaval para no ver semejante afrenta a la educación, a los buenos modales y al respeto al débil del presidente y su vicepresidente.
La democracia que disfrutamos no deja de ser un juego. Y como tal juego, dotado de reglas constitutivas y reglas estratégicas. Como pasa con el futbol o el ajedrez. Si las reglas constitutivas de ambos juegos se vulneran, y en lugar de jugar once contra once sin poder tocar el balón con las manos, se permite que sean siete y tocar el balón con las manos, no estaremos ante el juego fútbol sino ante el balonmano. Si cualquier pieza del ajedrez pudiera recorrer libremente las casillas del tablero no estaríamos jugando al ajedrez sino a las damas.
Si un presidente de un país democrático, por muy poderoso que sea, decide unilateralmente romper las reglas de la defensa común o las reglas del libre comercio o violando derechos humanos, no estaremos jugando a la democracia sino al autoritarismo, que en eso se está convirtiendo EEUU de la mano de un presidente que desconoce los valores de la democracia.
Los europeos tenemos la obligación de saber quiénes quieren jugar a la democracia y a quienes enseñarles la tarjeta roja para que aprendan el reglamento que impide practicar el juego sucio y situar los intereses económicos por encima de los seres humanos.
Cuando el presidente Kennedy visitó Berlín antes de que la unión de las dos Alemanias fuera una realidad, y pronunció el famoso “yo soy berlinés” estaba intensificando el sentimiento europeo del pueblo estadounidense. Cuando el presidente Reagan le dijo al entonces líder del la Unión Soviética, Gorbachov, que “derribara el muro” estaba proclamando la reivindicación de la libertad frente a la dictadura soviética. El acercamiento del presidente Trump al autócrata Putin está abandonando al bloque occidental para aliarse con los enemigos de la democracia. Romper el bloque occidental debilitando a la Unión Europea es hacerle el trabajo sucio al afán expansionista de la Rusia actual y contribuir al debilitamiento de EEUU que hasta Trump formaba parte de Europa y Europa era parte de EEUU.
EEUU sin Europa es mucho más vulnerable frente a China y Rusia. Trump va camino de saltarse su propio eslogan. EEUU con él no lleva camino de fortalecerse sino de debilitarse.
Europa tiene que mover ficha y los europeos tenemos el derecho de saber hacia dónde nos quieren llevar.
Fue un desastre para el mundo, pero no para Zelenski. Defendió a su país frente a millones de personas, no permitió que un matón de secundaria lo amenazara a él y a su nación, no renunció libremente a aquello por lo que su pueblo había estado luchando y muriendo. Mi saludo al presidente Zelenski. Pienso que la bochornosa reunión no fue mala para para Ucrania , quedo acreditado de manera inequívoca los acuerdos y compromisos de Trump con Putin y Vance . Ya no hay excusa para los europeos de no ver la realidad , también para el pueblo estadounidense . Es irremisiblemente la hora de Europa.