Tres cosas

1.- ¿En qué se parecen las redes sociales al hemiciclo del Congreso de los Diputados español? En que en ambos se practica el arte del insulto, la cobardía de destrozar la intimidad de las personas, se difunden rumores sin confirmar sobre corrupciones, se manipula a la opinión pública con informaciones falsas. ¿En qué se diferencian? En el anonimato. En las redes sociales se insulta desde el anonimato. En el hemiciclo se hace a cara descubierta.

Si España fuera Australia, cuando decidieron prohibir a los menores de 16 años usar las redes sociales, hubieran prohibido las sesiones parlamentarias de preguntas al Gobierno.

2.- El pasado día 10 de diciembre, El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró ante un tribunal de Tel Aviv acusado de soborno, fraude y abuso de confianza. Es la primera vez que un primer ministro de Israel afronta una imputación penal mientras ejerce el cargo y es también la primera ocasión en que Netanyahu declara por los tres casos en los que es investigado desde hace cinco años por hechos ocurridos entre 2007 y 2019. No conozco un caso semejante en los países donde se asientan dictaduras islamistas. Netanyahu es un mal y desgraciado gobernante, pero Israel es una democracia en la que la separación de poderes funciona. Mientras la Justicia del Estado de Israel sienta en el banquillo al primer ministro de su país, en una noche sin testigos y con el reloj corriendo en contra, el hombre que durante más de dos décadas gobernó Siria fue llevado de su tierra sin siquiera una despedida. Bashar al-Assad, el dictador cuyo régimen marcó a fuego al país con un conflicto civil devastador, abandonó Damasco en un avión rumbo a Rusia, donde se le concedió asilo y donde vive rodeado del lujo que le saqueó a los sirios.

3.- Sigo sin entender las razones que animan a los medios de comunicación a traducir al castellano los discursos o declaraciones de españoles que usan otra lengua para decir lo que quieren decir. Se supone que, si quisieran que el conjunto de los españoles entendiéramos lo que dicen, usarían el idioma oficial de España. Cuando no quieren usarlo es porque los destinatarios de sus peroratas son aquellos ciudadanos que hablan o entienden la segunda lengua oficial de su Comunidad. Los demás no existimos para ellos. Yo no tengo el más mínimo interés en saber lo que cuentan aquellos españoles que no emplean el idioma oficial que, según el artículo 3 de la Constitución de 1978, es el castellano. Me importa un comino lo que dicen. Si nadie hubiera traducido a la diputada Miriam Nogueras cuando le dijo al presidente Sánchez que “¡Moveu el cul!”, muchos españoles no hubiéramos sabido que con los independentistas catalanes el gobierno no debe utilizar la cabeza sino el culo.

José Miguel Ramos de Arizpe, diputado en las Cortes de Cádiz, manifestó en una de sus intervenciones en la redacción de la Constitución de 1812 que “no debemos apartarnos del principio de que un diputado puesto por el Congreso no es diputado de Cataluña o Extremadura sino representante de la Nación. Las preposiciones “de” o “por” marcan la diferencia entre la soberanía nacional o la regional”. Los diputados actuales son elegidos “por” esas u otras circunscripciones pero son representantes de la nación española y como tal, deberían hablar la lengua de todos sus representados. Pero oyendo hablar a algunos ya se sabe que son “de” y no “por”.