Disparar al pianista

Extremadura ha tenido un desarrollo formidable en sus últimos cuarenta años, pero el mundo no se ha parado y, mientras tanto, también ha crecido y ha experimentado cambios vertiginosos.  El desarrollo endógeno de nuestra región es la respuesta a este nuevo orden sin fronteras. La única manera de que las empresas no se deslocalicen es que dependan del talento y de los recursos de Extremadura, que sean la materia prima, el capital y los empresarios de nuestra región quienes las impulsen. 

Cada día más, el desarrollo de un territorio tiene más y más que ver con la manera en que sus habitantes lo valoran. En este sentido, ¿cómo nos vemos, cómo percibimos los extremeños nuestra propia imagen?

Pese a esos esfuerzos que la sociedad extremeña en su conjunto viene realizando en las cuatro últimas décadas, seguimos anclados en una percepción negativa de lo nuestro. De lo propio sólo valoramos lo anecdótico e irrelevante, mientras que lo realmente importante sólo lo vemos en lo ajeno. ¿Alguna vez han presumido de tener el Centro de Cirugía de Mínima Invasión, Jesús Usón, más importante de Europa? Es un cainismo que nos perjudica de una forma muy grave.

¿Nos hemos parado a pensar de qué manera nuestra propia negatividad contribuye a que los demás tengan una visión negativa de Extremadura?

Pongamos un ejemplo. Estamos en un mundo muy cambiante, en el que la movilidad profesional es algo habitual y en el que la materia prima más importante, la inteligencia, no tiene que estar ligada a territorios concretos. En este contexto, cuando un profesional cualificado se plantea cambiar de residencia, lo que hace es valorar si su nuevo destino reúne lo que todo el mundo ha convenido en calificar como calidad de vida. ¿En qué consiste esa calidad de vida? En disponer de un buen sistema sanitario, en tener acceso a una educación que garantice la formación y el desarrollo intelectual de los individuos, en encontrar facilidades de acceso a una vivienda sin tener que pasar el resto de tus días compartiendo la propiedad con una entidad bancaria. Estas son algunas de las cuestiones básicas que alguien tiene en cuenta a la hora de plantearse un cambio de residencia.

En todas ellas Extremadura puede dar respuesta de primer nivel, por encima de otros muchos lugares de España y, sin embargo, nosotros, a veces, somos los primeros que ni nos molestamos en intentar transmitir a los demás esos valores. Incluso en ocasiones, escuchando algunos voceros de nuestra región -o que viven fuera de ella-, podría parecer que aquí existe una inestabilidad laboral, económica, educativa, sanitaria, de seguridad ciudadana, o una falta total de infraestructura, etc. que desaconsejaría que nadie instalara aquí su residencia o su negocio. 

Y así, si nosotros no somos los primeros en creernos las aportaciones positivas que nuestra tierra está haciendo en muchos ámbitos, es muy difícil que consigamos que fuera de Extremadura nos perciban de otra forma que con los estereotipos que nos han acompañado durante décadas: una tierra atrasada, sin posibilidades de progreso, abocada a la emigración, con gente simpática y agradable pero poco eficiente, etc.

Estos son los tópicos y contra ellos debemos rebelarnos pero, para eso, debemos ser nosotros los primeros en poner en valor lo propio, sabiendo diferenciar lo que es merecedor de nuestro aplauso y lo que es una mera anécdota de la cual es exagerado sentirse orgulloso.

Cuando valoramos los factores que condicionan nuestro desarrollo socio-económico, nuestra capacidad de generar empleo estable ¿incluimos entre ellos esta imagen negativa que a veces contribuimos a fomentar? ¿Tenemos en cuenta cómo condiciona esta imagen negativa la posibilidad de atraer inversiones del exterior y de retener talento propio?

¿Cuántos millones nos cuesta al día la imagen negativa de Extremadura que a veces estamos empeñados en transmitir desde una tribuna tan privilegiada como la el Teatro Romano de Mérida? Cualquiera que, sin conocernos, hubiera oído los discursos de la entrega de Medallas de Extremadura, seguro que, si hubiera tenido deseos de venir a ver esta tierra, hubiera anulado mentalmente ese viaje. 

Esa es la denuncia que hice en un discurso el pasado sábado, día 21, en Miajadas. No critiqué a nadie por pagar sus impuestos fuera de Extremadura. Denuncié la manía de algunos extremeños, que viven fuera de Extremadura, que cuando vuelven a su tierra, en la que algunos  podían haberse quedado, se empeñen en seguir con la canción de siempre de que Extremadura es el culo del mundo. ¿A quién le viene bien seguir cantando esa fea y anacrónica canción?

Da la sensación, viendo la manipulación de mis palabras que, desde la representación política, no se me perdona el hecho de haberles ganado, junto con mi partido, seis elecciones seguidas.

Antes era más difícil ganar que lo es ahora. Comparen a Manolo Parejo del Partido Comunista o a Manuel Cañada del IU con los actuales dirigentes de esa “izquierda de la izquierda”. Comparen a Adolfo Díaz-Ambrona, Vicente Sánchez Cuadrado, Felipe Camisón con los dirigentes actuales del centro derecha extremeño.  

He abierto la boca para criticar el posible concierto fiscal y se me han amontonado las críticas sobre una anécdota. No tema la presidenta de la J.E, ni el PP, ni Podemos, ni Vox, ni algunos susanistas convertidos en sanchistas de última hora: anuncio que no va a ser mi caso eso de que “al que se aflige lo aflojan”. Y segunda cosa: no me voy a presentar a las elecciones. Así que pierden el tiempo disparando al pianista.

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