Antoni Castells, consejero de Hacienda socialista en 2009, declaró tras la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera del 15 de julio de 2009, cuando se aprobó el modelo que rige ahora, que el nuevo sistema “no sólo es bueno para Cataluña, sino que también lo es para el conjunto de España”. Castells celebró y valoró el acuerdo porque “con él, se cumple estrictamente el Estatuto de Cataluña y por el hecho de que se produzca un cambio de modelo”. Eran esos días en los que la prensa valoraba la astucia de los negociadores catalanes que siempre acababan las negociaciones con las alforjas llenas. ¿Por qué quienes alababan tal modelo, hoy consideran necesario modificarlo para mejorar la financiación catalana?
No digo nada sobre el principio de ordinalidad (palabra que no existe en castellano) que defienden como un acto de justicia quienes parecen no saber nada del asunto. Se dice que “las regiones que dan dinero a las menos favorecidas, no pueden resultar después más perjudicadas que las receptoras de esas aportaciones”. ¿De dónde sacan la idea de que algunas regiones transfieren dinero a otras? En 24 años de presidente de Extremadura jamás he visto una partida procedente del presupuesto catalán con destino a otras regiones más deprimidas. Es falsa esa transferencia. Extremadura se financia por los impuestos propios, los cedidos por el Estado y por los fondos europeos. Y de igual manera que es falsa esa transferencia, es falso que el principio de ordinalidad rija en otros Estados federales. Ni siquiera en países donde se supone que lo de solidaridad coge demasiado lejos -como EE UU- se practica semejante despropósito. California, por ejemplo, contribuye con 8.028 dólares por persona y recibe 6.709. Connecticut entrega 11.522 dólares y recibe 8.795. Si en EE UU hicieran lo que quieren los nacionalistas catalanes, California, que con su aportación per capita se coloca en el puesto 9º, y se sitúa en el 38º en el ranking federal de ingresos per capita, o Connecticut, que resulta ser el mayor contribuyente per capita de EE UU, y pasa a ocupar el puesto número 13º en ingresos federales, estarían reclamando la independencia por no sentirse cómodos en un sistema tan solidario y tan alejado del principio de ordinalidad.
Pasado el turno del poli malo llega el acercamiento del poli bueno. Éste nos dice: “Ya sabéis cómo se las gastan los Junqueras, los Puigdemont y compañía”. “Si no se cede algo, lo que sea, pero que sea lo suficiente significativo, volverán a las andadas”. “Es que fue muy duro que, aprobado el Estatuto catalán por el Parlamento catalán, las Cortes y los ciudadanos catalanes en referéndum, fuera el Tribunal Constitucional el que echara para atrás los artículos más significativos”. Quienes emplean ese argumento olvidan lo duro que sería que, después de aprobada la Constitución por las Cortes Generales y por los ciudadanos españoles en referéndum, una minoría, los independentistas catalanes, se cargaran los artículos de la Constitución de 1978.