Andalucía, a la vuelta de la esquina

De muchos es conocida mi aversión por el sistema de elección de primarias en el seno del PSOE. “La primarias forman parte de nuestra identidad socialista” dijo alguien el mes pasado en algún medio de comunicación. Quien dijo semejante cosa o acaba de llegar al partido socialista o no se enteró de que hasta tiempos recientes ese sistema no fue nunca empleado en la historia del PSOE.

No voté ni votaré en este tipo de procesos. Por tanto no tuve que someterme al examen de cada candidato para saber contra quién votaría. En eso consiste la elección por primarias: en saber contra quién votar.

El PSOE de Extremadura se encontró por cuarta vez en la tesitura de elegir a su secretario general regional. Había costado un riñón y parte del otro la unificación del partido socialista de Cáceres con el de Badajoz. La rivalidad que históricamente mantuvieron las dos provincias se reflejaba en muchas actividades, organismos e instituciones. Las dos federaciones provinciales socialistas se mantenían separadas y separadas acudimos a algunos Congresos Federales. Aunque era una ficción, la federación cacereña representaba el ala izquierda del socialismo, alineándose mayoritariamente con la corriente de opinión Izquierda Socialista (IS), mientras que la de Badajoz formaba parte de lo que se conocía como el oficialismo o el felipismo. La llegada de la Preautonomía y la posterior Autonomía extremeña forzó varias vías de aproximación entre ambas federaciones. Hasta 1988 no se llegó a una dirección única, con secretario general regional y respetando cierta autonomía de las federaciones provinciales. No fue fácil el proceso. Hubo que superar muchas desconfianzas y hubo que derramar por todas las partes toneladas de generosidad para pavimentar el camino que nos trajo hasta aquí y que nos permitió ofrecer en Extremadura, en Madrid y en el resto de España una voz consolidada del socialismo extremeño.

En 2007 decidí no optar a la reelección a la presidencia de la Junta de Extremadura. Me fui cuando el partido socialista se presentaba como ganador indiscutible de las elecciones de ese año. En mi despedida de José Luis Rodríguez Zapatero, a la sazón presidente del Gobierno de España, mantuvimos una discusión al final del almuerzo que me ofreció en Moncloa. Zapatero me comunicó que la dirección federal había pensado en María Antonia Trujillo, entonces ministra de Vivienda, para la candidatura a la presidencia de la Junta de Extremadura. “Yo he pensado en Guillermo Fernández Vara”. Mucho desafío para quien deseaba mantener el poder regional sometido a su control.

-“Va a tener que ser la primera”, me dijo Zapatero

-“Creo que va a ser el segundo”, contesté.

Tras un tira y afloja, Zapatero aceptó que mi propuesta que fue sometida al Comité Regional del PSOE de Extremadura, entonces el encargado de elegir al candidato socialista a la presidencia de la Junta de Extremadura. El Comité Regional ratificó la propuesta que hice. Podían haber votado que no, pero votaron que sí.

En la segunda ocasión, la discordia por la secretaría general tuvo lugar en 2017. La exconsejera de Educación Eva María Pérez le disputaría la secretaría general a Guillermo Fernández Vara. Ganó Vara y Eva desapareció del escenario socialista extremeño, siguiendo la tradición de las perversas primarias. Quien pierde, paga.

Perdida la presidencia, Fernández Vara renunció a la Secretaría General regional. Abierto el tercer proceso de primarias, resultó ganador Miguel Ángel Gallardo. Nueve meses después, consecuencia de la celebración del Congreso Federal, hemos asistido en la cuarta ocasión en la que el partido socialista se ve en la necesidad de elegir a un responsable de esa organización extremeña. El PSOE de Extremadura se abrió a unas primarias que prometían desangrarlo si no se imponía el sentido común. El debate entre candidatos vislumbró que ese peligro era real. Dos candidaturas compitiendo por el liderazgo socialista. A los dos se les reconoció el derecho a hacerlo. Los militantes tuvieron la última palabra para evitar el riesgo de la hemorragia que prometía desangrar a un partido que atraviesa por un momento difícil como consecuencia de la pérdida del poder autonómico.

Este artículo pretende advertir, desde la experiencia, del riesgo que se corre de debilitamiento del liderazgo socialista. En las primarias se vota mucho por filias o por fobias o respondiendo con nuestro voto a nuestro interés particular. ¿Qué quiere hacer el PSOE de Extremadura? ¿Cómo quiere hacer lo que quiere hacer? Y por último, ¿en quién confiamos para que lidere lo que queremos hacer? Ese es el orden lógico de las cosas. Lo contrario son primarias, o sea poner el carro delante de los bueyes.

Que nadie crea que no defiendo el derecho al voto de los militantes. Pero defiendo antes el voto para elaborar un proyecto político que para seleccionar al personal. Me hubiera gustado que además de preguntar al afiliado a la hora de elegir al líder se nos hubiera preguntado por las coaliciones gubernamentales, por el indulto a los delincuentes, por la amnistía a esos mismos delincuentes, por los acuerdos con Bildu o con Junts, por la elaboración de los Presupuestos Generales buscando el apoyo de un prófugo de la Justicia ahora (Puigdemont) o con un condenado por esa misma Justicia ayer (Junqueras), por la financiación singular para Cataluña o por la convalidación de las deudas autonómicas o por la negociación con el PP de los Presupuestos Generales de la Comunidad. ¿O es que solo servimos para elegir al líder?

Andalucía está a la vuelta de la esquina. Es fácil asomarse a la ventana para ver qué le pasó a nuestro vecino, el PSOE de Andalucía. El Congreso regional es la ocasión que tenemos para salir de él unidos. Ya no hay ni sesenta ni treinta. Ya no hay gallardistas o gutierristas. Ya estamos solos nosotros y de nosotros depende que nos acompañen muchos o pocos extremeños. ¿Qué foto queremos el día 19 de enero de 2025?