Sexo y poder

Si las mujeres no votaran a los depredadores sexuales, ni Trump ni Berlusconi hubieran llegado a ser presidentes de sus respectivos gobiernos nacionales.
Solo con el voto de los hombres machistas no hubiera llegado ni con mucho a la mayoría necesaria para ocupar esas responsabilidades.

Dando lástima, ¡como siempre!

Por dónde hubiera circulado España si en el debate parlamentario que hubo en las Cortes del Trienio, a propósito del sistema arancelario, hubiera ganado Francisco Martínez de la Rosa, en lugar de las tesis defendidas por el diputado catalán Juan de Valle, quien, en un tono lastimoso, como siempre ha ocurrido, defendió que el único camino para impulsar la industria de un país consistía en prohibir la entrada de los artículos extranjeros.

El juego de la democracia

De sobras resultan conocidas las reglas por las que se rige el fútbol. En ese deporte existen reglas constitutivas y reglas estratégicas. Por las primeras, podemos adivinar de qué se trata. Cuando juegan once contra once, en un campo con dos porterías, estando permitido jugar un balón solo con los pies, excepción hecha de los dos guardianes de sendas porterías, estamos ante un partido de futbol. Esas reglas constitutivas no se pueden alterar. Son las que constituyen la esencia de ese deporte. Si en lugar de once contra once, jugaran siete contra siete y los catorce estuvieran autorizados a jugar el balón con las manos, entonces ya no estaremos ante un partido de futbol sino ante otro de balonmano.

Educación y desigualdad

El problema de la desigualdad no es un problema de crecimiento económico, sino de educación. La economía es un presupuesto necesario, pero no sirve si no está acompañada de una educación de calidad. Es un error creer que todos los problemas de la sociedad se resuelven con crecimiento económico: el crecimiento no resuelve la pobreza. La pobreza la resuelve la educación. España crece económicamente y, sin embargo, aumentan las desigualdades.

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