De manos del Rey de España
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Como es sabido, los nacionalismos que hoy conocemos en España (sobre todo, el catalán y el vasco) son en una parte importante el resultado de la transformación o, si se quiere ser más precisos, de la secularización y modernización del foralismo o fuerismo que caracterizó al tradicionalismo español en el siglo XIX. Este, a su vez, era expresión de las resistencias que se oponían, desde distintas zonas de España, a los sucesivos intentos de centralización política (primero con el Conde-Duque de Olivares, luego con la Monarquía Borbónica y finalmente con el liberalismo centralista).
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Siempre se vuelve a escuchar una vez y otra vez y millones de veces las mismas historias, distintas versiones de los mismos cuentos con alternaciones
Con esta estrofa comienza la canción Siempre Igual, de Los Auténticos Decadentes. Escucharla en un programa de radio me llevó hasta la política española y más concretamente hasta el conflicto planteado por la Generalitat de Cataluña en su desafío soberanista. Si hay una palabra que define a la perfección lo que pretende Artur Mas, esa palabra no es otra que deslealtad.
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No me gustan los nacionalistas que quieren romper España; menos me gustan los patriotas que la arruinan sacando el dinero de nuestro de nuestro país y metiéndolo en otros países más rentables o más seguros o en paraísos fiscales. No me gustan quienes aman tanto a su patria, tipo Bárcenas, que pretenden amarla a distancia, depositando el dinero robado en cuentas opacas en Suiza. Los unos, los nacionalistas pretenden pintar una raya que quede para la historia como la cicatriz vergonzante que afea el terreno; los otros tratan de practicar una eutanasia activa para que el enfermo muera de una vez. Los unos, quieren renegar de una patria porque tienen otra de repuesto. Los otros quieren quedarse sin patria si no son capaces de quedarse con la patria entera.
Entre nacionalistas rompedores y patriotas evasores, millones de ciudadanos sacrificando nuestro bienestar y el futuro de nuestros hijos, anestesiados, atemorizados, indignados, callados, vapuleados, indefensos, desconfiados y engañados por los que pretenden que veamos blanco cuando lo que pinta es negro. Y… ¿HASTA CUANDO EL SILENCIO?
Pasó la Diada, la fiesta de la Comunidad Autónoma catalana. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Las dieciséis Comunidades restantes y las dos Ciudades Autónomas también tienen una conmemoración anual en el día de su región, pero ninguna de ellas merece la atención mediática que se dispensa a Cataluña. Cinco o seis páginas de los medios de comunicación escritos y varios minutos de telediarios, además de los múltiples comentarios, acreditan que estamos ante una realidad diferente cuando se trata de Cataluña. …