Los militantes socialistas tenemos en nuestras manos demostrarles que somos dueños del destino del PSOE. Ya se hizo en 2016 y podemos volver a hacerlo ahora, aunque solo sea para demostrar que no somos un bando de estorninos que van a vienen de norte a sur, de este a oeste, de izquierda a derecha sin aparente lógica y sentido
Reunión del Comité Federal del PSOE, este sábado en la sede de Ferraz, en Madrid. EFE/Kiko Huesca
Carles Puigdemont perdió un referéndum sobre las negociaciones con el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez, Secretario General socialista y candidato propuesto por el Rey y Jefe del Estado, Felipe VI. El referéndum era de tipo consultivo. Puigdemont no está obligado a hacer caso de lo que le han dicho sus votantes. El virrey de Waterloo tiene que elegir entre aceptar el resultado o seguir defendiendo la amnistía que le permitiría volver a España diciendo lo que dijeron sus colegas al salir de prisión por el indulto concedido por el Gobierno de España: “Lo volveremos a hacer”.
El dicho de “No corras que es peor” no se puede aplicar a Puigdemont. El que fue Presidente de Cataluña declaró la independencia y la desconexión de Cataluña de la Constitución y del Estatuto de Autonomía de ese territorio, se metió en el maletero de un coche y corrió que se las pelaba camino de Bruselas. Dejó a los pies de los caballos a quien entonces era su Vicepresidente, Oriol Junqueras, y demás separatistas que le acompañaron antes de que se diera el piro. Cobardía se llama la fuga de un fanfarrón venido a menos, que dejó compuestos y sin novios a quienes le aplaudieron y, posteriormente, le alquilaron una villa en Waterloo para que viviera como un Rey quien aspiraba a ser presidente de una República.
¿Quién será el próximo? Esta es la pregunta que algunos lanzan al aire o a las páginas de sus medios de comunicación a propósito de la expulsión de Nicolás Redondo Terreros del PSOE, partido en el que militó siguiendo los pasos de su padre, el histórico socialista y líder del sindicato socialista UGT, y de su abuelo.
En Madrid seguirá existiendo la democracia cualquiera que sea el resultado. En Cataluña volverá a desaparecer el pluralismo político
La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección, Isabel Díaz Ayuso. Europa Press
Estamos viviendo en una España absolutamente descentralizada, de los países más descentralizados del mundo pero, sin embargo, económica y políticamente seguimos con un centralismo feroz. El centralismo madrileño le ha ganado la batalla cultural al centralismo catalán que se llevaba la palma antes de que el independentismo arruinara el buque insignia que era Cataluña. Es una verdad incuestionable afirmar que todo lo que no esté en Madrid no existe y ésa es la experiencia que tenemos acumulada a lo largo de estos años. Siempre ha sido así y, seguramente, siempre será así.