Marruecos

Cierre de grifos

Si el gobierno de España ha renunciado a reconocer la autodeterminación del Sáhara Occidental pueden perder una vez más sus esperanzas los catalanes independentistas

Varios menores extranjeros no acompañados juegan al fútbol en las naves del Tarajal (Ceuta). Europa Press
Varios menores extranjeros no acompañados juegan al fútbol en las naves del Tarajal (Ceuta). Europa Press

Todos los días saco mi perro, un Border collie, a dar una vuelta por la sierra de Alor, donde crece la rosa de Alejandría, un espectáculo inigualable cuando llega el mes de abril. A la sierra la circunvala una carretera por la que, de cuando en cuando, pasan automóviles camino de Táliga o de Olivenza. Mi perro oye a distancia el ruido del motor del coche que se aproxima y se prepara para perseguirlo cuando pasa a la altura de Santo Domingo. Calculo que recorre dos o tres kilómetros a toda velocidad. Por mucho que lo intenta jamás consigue su objetivo, entre otras razones, porque existe una alambrada que le impide acceder a la carretera. Cada vez que vuelve de su frustrada persecución va sacando más la lengua para poder exhalar todo el aire que, con la lengua fuera, llega directamente a sus pulmones. Creo que de ahí viene ese dicho de “ir con la lengua fuera”.

¿Quiénes somos nosotros?

Hemos bautizado a los niños marroquíes con el apodo de menas como si fueran componentes de una banda de criminales que vienen a asaltar nuestro país

Dos niños marroquíes sobre un muro en la nave de primera acogida del polígono del Tarajal. Europa Press
Dos niños marroquíes sobre un muro en la nave de primera acogida del polígono del Tarajal. Europa Press

Usted que está empezando a leerme, piense lo siguiente: su nieta, su hijo, su mujer, su padre o su madre, su hermano han nacido en el África subsahariana. No tuvieron la suerte que tuvo usted y que tuve yo que nacimos en un país como España o como Francia o como Alemania. No hicimos nada para tener esa suerte. Ellos tampoco hicieron nada para tener esa desgracia. A usted y a mí nos criaron nuestros padres. Para no enfermar -o si lo hacíamos- contábamos con un excelente sistema sanitario. Hemos contado con médicos que nos curaron cuando lo necesitamos. Pudimos iniciar nuestro desarrollo intelectual acudiendo a magníficos centros educativos donde nos encontramos con profesores y maestros que nos enseñaron y nos prepararon para poder enfrentarnos a los retos y desafíos de la sociedad. Ellos, que nacieron en esa África subsahariana, no tuvieron esas oportunidades educativas, sanitarias, profesionales y personales. Su único delito fue haber nacido en el lugar equivocado. Nacieron más al sur que nosotros. Como hemos visto en estos días, si muchos de los que se tiraron al agua para llegar a nuestro país hubieran nacido un metro más acá, hubieran gozado de todos los derechos de los que disponemos usted y yo. Solo un metro es la distancia que separa la democracia del autoritarismo, los derechos humanos de la falta de oportunidades, la guerra de la paz.

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