Morir por la patria
Pablo Casado, Inés Arrimadas y algunos más tendrían un lugar en la historia, que los recordaría como grandes políticos que supieron sacrificarse para destruir el peligro de la segregación.
Eso de “morir por la patria” es un eslogan que ha quedado cutre y anticuado para muchísimos ciudadanos españoles. Ya solo algunas instituciones que velan por nuestra seguridad siguen manteniendo el lema y el espíritu en el frontal de sus sedes y en el corazón y cerebro de sus ocupantes. Hubo algunos tiempos pretéritos en los que muchos civiles decidieron dar su vida, si necesario fuera, para morir por la patria que soñaban y querían. A nadie, a estas alturas, se le puede pedir que haga ese sacrificio. A lo más que se llega es a vivir de la patria o a permitir que la patria muera por nuestra desidia.
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