comunismo

Aislar a los extremos

Ione Belarra y Pablo Iglesias. Europa Press

Siempre se podrá discrepar de lo que digo a continuación. En mi opinión, lo más transcendente que hemos hecho los españoles en estos últimos cincuenta años fue el proceso de pasar de una dictadura de casi cuatro décadas a una democracia que ya dura algo más que el funesto régimen franquista.

Consuelo en el voto

No es extraño que el votante tradicional de la izquierda decida dar la espalda a aquellos partidos que tendrían la obligación de defender una política de igualdad

Marine Le Pen vota en la segunda vuelta de las elecciones francesas

Las generaciones de la primera mitad del siglo XX hicieron dos guerras mundiales o dos guerras civiles, como se quiera. La consecuencia, murieron diez millones de personas en la primera y veinte millones fueron heridos o mutilados. Y en la segunda, más de cincuenta millones de muertos. En el período que fue de la primera a la segunda guerra mundial, las clases dominantes y las élites conservadoras de Europa, sobre todo en los países más importantes, tal vez asustados por la radicalización que comenzaron a ver en la clase obrera como consecuencia de la revolución bolchevique en Rusia, se alinearon con las nuevas fuerzas políticas ultraconservadoras, xenófobas, racistas y nacionalistas. Las instituciones liberales de gobierno entraron en barrena y la democracia se debilitó con el triunfo de dos totalitarismos: el comunismo y el fascismo. Por el contrario, la generación de la segunda mitad del siglo XX, expandieron la democracia y la fortalecieron; en esa ocasión las élites conservadoras apostaron por la colaboración con la socialdemocracia y con los liberales creando el más largo proceso y progreso y periodo de tiempo de estabilidad democrática. De lo dicho extraigo la siguiente conclusión: la estabilidad y fortaleza de la democracia en Europa no depende tanto de las amenazantes fuerzas extremistas tipo Le Pen o Trump o Abascal, sino de la actitud que adopten las élites conservadoras en relación con los partidos populistas, racistas, xenófobos que están apareciendo por doquier.

Sin novedad, señora baronesa

En 1996, Felipe González, tras perder las elecciones frente al PP de Aznar, renunció a repetir como secretario general del PSOE. El nuevo PSOE que a partir de 1974 abanderaron Felipe y Alfonso Guerra junto con una nueva generación de dirigentes socialistas comenzó a declinar y caminar hacia posiciones que poco a poco han generando desconfianza en parte del electorado español.

Ese PSOE, a partir de 1979, defendió con seguridad su proyecto democrático y fue generando confianza en amplias capas de trabajadores de toda clase y condición, en profesionales liberales, en pequeños y medianos empresarios, en pensionistas, en agricultores, etc., y en amplios sectores del mundo de la cultura que apostaron por un proyecto de izquierdas razonable, creíble y posible. El abandono del marxismo supuso establecer una clara frontera entre el comunismo y la socialdemocracia.

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